“…Una calificación puede hacer que no te dediques a los que realmente te
apasiona…”, dice Sofía Camussi en su discurso de “No soy un 7”. En él nos habla de cómo una alumna galardonada
con el premio “Chica ciencia” no sube de un 7 en sus calificaciones. Algo parece
haber de incongruencia… Esta es una de las grandes preocupaciones de mi
trabajo, el no evaluar y calificar de la forma más precisa y justa posible a
alguno de mis alumnos.
Dentro de un aula nos encontramos
con alumnos muy distintos, alumnos con estabilidad familiar y emocional y un
ritmo de trabajo normal, pero también nos encontramos con alumnos cuyos
trastornos no les permiten seguir el mismo ritmo que los demás. Tenemos alumnos
inteligentes a los que la dura realidad les hace desviarse del camino y en
ocasiones nos encontramos con alumnos que avanzan demasiado deprisa. Su
denominador común, todos ellos deben participar del proceso de aprendizaje. Son
distintos, pero todos deben ser capaces de explorar sus habilidades, porque así
les daremos la oportunidad de que reconozcan sus talentos y de que aprecien los
de otras personas. Por eso creo en el ABP, cada alumno puede demostrar sus habilidades, participando en un aprendizaje más activo, más enlazado con la realidad, en donde el trabajo cooperativo hace que unos alumnos tiren de los otros y que nos asombren sacando a la luz capacidades que desconocíamos de ellos.
A veces, inconscientemente,
hacemos que nuestros alumnos se frustren porque recriminamos, estamos tan
enfadados que nuestras críticas no son constructivas, no clarifican… Hemos de
pensar en “la mentalidad de crecimiento” de Carol Dwek. Debemos salir de
nuestra zona de confort y dejar de elogiar sólo la inteligencia y el talento.
Debemos empezar a elogiar también el compromiso, la estrategia, el esfuerzo, la
mejora, el compañerismo, el trabajo en cooperativo…. Todos nosotros deberíamos hacer nuestra una Equity
Matrix en la que encajasen todos los perfiles del alumnado que tenemos en
nuestras aulas y trabajar con actividades diferentes, hacer trabajos de campo, salir al aula de
informática a investigar, trabajar con las familias, utilizar las TICs, poner
en práctica el aprendizaje-servicio. Me está pasando últimamente, cuanta más
diversificación hay en las actividades, más capacidades ocultas descubro en mis
alumnos.
Siempre tuve claro que un alumno
no es el mismo dentro del aula que sobre las tablas del escenario de nuestro
teatro; llevo la extraescolar de teatro en el centro y nunca dejan de
maravillarme alumnos a los que en clase les pondría un cero, si la plataforma me
lo permitiese. Descubro cada año con el Curso de Inmersión Lingüística en
Irlanda, y son ya 15, que, alumnos que en gramática no pasan de un dos o un
tres y en el writing, la parte escrita, apenas lo alcanzan, al cabo de dos o
tres días mantienen unos diálogos bastante fluidos cuando la situación lo
requiere.
Hemos de entender de una vez que
evaluar no es calificar, hemos de aprender a hacer críticas constructivas,
resaltar las actuaciones valiosas y corregir aquellas que no aportan nada
positivo. El alumno necesita a
alguien que le guíe, que le recrimine, que le exija, no que le regale, pero que
le entienda.
Debemos dejar de ser esclavos de los libros de texto y centrarnos
más en los alumnos, en conseguir ese feedback afectivo y efectivo, perder el
miedo al diálogo en la clase, a aprender observando, eso sí, sin perder nunca
el sentido crítico y el manejo de las emociones.https://www.youtube.com/watch?v=2-mKkYQ7hA4
“El hombre es, sin duda, un animal de costumbres”, dijo el escritor
Charles Dickens y lo suscribieron muchos otros escritores y filósofos. Es esto,
en mi humilde opinión, lo que hace que no experimentemos con fórmulas de
evaluación diferentes…No existen fórmulas mágicas en educación, pero si las hay
motivadoras y atractivas. Es justo que demos al alumno una evaluación lo más
ajustada posible a su realidad, desde distintas perspectivas, analizando sus
capacidades, sus habilidades, sus inteligencias y el esfuerzo realizado durante
todo el proceso de aprendizaje.
Para esto contamos con la
autoevaluación, la coevaluación y la heteroevaluación. Una autoevaluación
previamente preparada y explicada puede ayudar a interiorizar los criterios y a
desarrollar la competencia de Aprender a aprender. Con la coevaluación, los
alumnos pueden evaluarse entre sí, y les enseña a autorregularse a través del
aprendizaje con otros y de otros y socialmente genera beneficios como una
mejora de comunicación asertiva y una mejora de la empatía. La heteroevaluación
nos proporciona retroalimentación de los métodos y actividades pedagógicas en
el aula, partiendo de una mirada más objetiva. La evaluación es un proceso que
compromete a todos los agentes del sistema educativo.
Existen numerosas herramientas y
metodologías para llevar a cabo una buena evaluación: la observación, la
interrogación, la resolución de problemas, rúbricas, portfolios, diarios de
aprendizaje, seguimiento de procesos, mesas redondas, debates, evaluaciones
escritas, trabajos individuales, en cooperativo, dianas, semáforos. Hay tantas
que resulta casi imposible utilizarlas todas, pero hemos de ser valientes y
experimentar. Hemos de dedicar tiempo a la planificación de la evaluación, a probar
herramientas y familiarizarnos con aquellas a las que más provecho les saquemos
y hacerlas nuestras.
Es tiempo de que nos preocupemos
no sólo por el resultado, sino por todo el proceso de enseñanza y aprendizaje.
Echemos mano de la evaluación participativa. “Ceder responsabilidades en la evaluación nos ayudará a contribuir a una
educación más democrática.”
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