Es curioso que a estas alturas, el
examen siga teniendo un papel tan relevante en la Educación. Podríamos hablar
de un gran héroe salvador cuando esa
última nota que nos falta y de la que a veces dudamos, tiene forma de aprobado, o de un gran villano,
cuando una nota nos condena al fracaso de forma injusta.
En nuestros centros sigue
habiendo alumnos a los que por nuestra escasa formación , nuestra falta de
conocimiento o nuestra “mentalidad fija” se encasillan desde una evaluación inicial y ya poco más
hacemos por ellos. Los conocimientos no aparecen de hoy para mañana. Son como un jardín que al que hay que atender y
cuidar día a día, y es el tiempo y los cuidados lo que hacen de él un jardín
frondoso y bonito. Los profesores seguimos buscando errores, y los encontramos,
pero no buscamos remedios. Queremos resultados y buenos. No creemos en el poder
del “Not yet”. Nuestros alumnos necesitan de nosotros que seamos sus líderes,
que tengamos una “ mentalidad de crecimiento”(Carol Dweck) . Un buen líder es aquel que
conoce el camino, pero que, además, lo recorre y lo muestra a los demás.
En las evaluaciones, seguimos
escuchando cómo algún profesor, ante la pregunta de un tutor por el fracaso de
su alumno mediocre, responde: “Porque quitó un 3,85 en un examen y no le hace media
con los otros.” Todavía pensamos que la meta es la calificación final y no que
el alumno pueda mejorar o aprender. Es muy fácil evaluar con exámenes,
simplemente hay que pasar el atracón de corregirlos y a veces de forma rápida
porque no hay tiempo… Y más fácil lo tenemos todavía si el examen que ponemos
es el mismo para todos los alumnos de clase. Si todavía no entra en nuestras cabezas
que hemos de pensar en el “Decálogo de un buen examen” antes de realizarlo,
para que pueda llegar a todos y cada uno de los alumnos de la clase. Para que
todos puedan demostrar sus capacidades, los que llevan un ritmo normal, los que
van a un ritmo más lento y los que pueden permitirse adelantar.
Los exámenes son testimonio de un
aprendizaje más conceptual, de contenidos, pero en un examen quedan sin evaluar
destrezas, habilidades y competencias que necesitan de otras herramientas para
que puedan ser evaluadas. Con un examen, oral o escrito, podemos evaluar la
competencia lingüística, matemática, digital, artística, pero….¿Podemos evaluar
la autonomía e iniciativa personal de un alumno? ¿Podemos evaluar su capacidad
de ser feliz, de aceptarse, de ser capaz de tomar decisiones y enfrentarse a
dificultades? ¿Con un examen sabremos si está aprendiendo a controlar sus
emociones, si muestra respeto a sus profesores y compañeros? ¿Si es solidario?
¿Si sabe cooperar con sus iguales? ¿Si es capaz de autoevaluarse, de
reflexionar y aprender de sus errores?....Todas ellas deben evaluarse. Son de
las competencias más importantes para formar honrados ciudadanos.
Es hora de empezar a creer en las
inteligencias múltiples,
de echar un vistazo a la taxonomía de Bloom, de creer en la evaluación como un elemento más en el proceso de aprendizaje y para ello hemos de ir recogiendo evidencias de cómo se va desarrollando el aprendizaje de nuestros alumnos, evaluación en proceso; y también cómo lo hacemos nosotros, cómo llega a nuestros alumnos lo que les enseñamos, porque igual es necesario algún reajuste para encajar con sus necesidades.
Y al final, cual faro en medio del mar, no hemos de dejarnos guiar exclusivamente por la luz y el brillo de los exámenes. Hemos de tener en nuestros haberes datos e información suficientes como para poder hacer un análisis completo del aprendizaje desde el inicio y cómo no, hemos de tener herramientas suficientes que midan el potencial de nuestros alumnos, sus habilidades y sus capacidades.
Debemos perder el miedo, innovar, formarnos, experimentar y “crear nuestro propio cajón de herramientas” para la evaluación.
de echar un vistazo a la taxonomía de Bloom, de creer en la evaluación como un elemento más en el proceso de aprendizaje y para ello hemos de ir recogiendo evidencias de cómo se va desarrollando el aprendizaje de nuestros alumnos, evaluación en proceso; y también cómo lo hacemos nosotros, cómo llega a nuestros alumnos lo que les enseñamos, porque igual es necesario algún reajuste para encajar con sus necesidades.
Y al final, cual faro en medio del mar, no hemos de dejarnos guiar exclusivamente por la luz y el brillo de los exámenes. Hemos de tener en nuestros haberes datos e información suficientes como para poder hacer un análisis completo del aprendizaje desde el inicio y cómo no, hemos de tener herramientas suficientes que midan el potencial de nuestros alumnos, sus habilidades y sus capacidades.
Debemos perder el miedo, innovar, formarnos, experimentar y “crear nuestro propio cajón de herramientas” para la evaluación.
Hemos de dejar que nuestros alumnos sean partícipes de su propio proceso de aprendizaje, que se autoevalúen, que lo hagan sus compañeros de clase, que el profesor enriquezca el hecho de equivocarse y lo transforme en energía para mejorar. Las acciones positivas combinadas con los pensamientos positivos conducen al éxito…. Sófocles decía: “ El éxito depende del esfuerzo”. Hemos de esforzarnos y salir a buscar herramientas, metodologías, estrategias que ayuden a los alumnos a ver que” la educación encierra un tesoro”(Jacques Dehors).
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